La OMS, sin llamar mucho la atención, alerta sobre una nueva gripe que está surgiendo en China.
“Según la en China se han dado 460 casos de gripe aviar H7N9. Esta nueva cepa que, por su agresividad, ha preocupado a muchos”.
Esta es una más de las 989 alertas de salud pública que se han declarado durante la semana pasada, otra emergencia sanitaria que esperemos que se logre controlar o que sea una falsa alarma ya que estamos hablando de una cepa que tiene una mortalidad del 40% y que está mutando para volverse resistente a los antivirales que usamos para tratarla.
Según los expertos, si no la controlan rápidamente, estaremos ante un mayor brote de esta cepa desde que se encontró en 2013 ya se han encontrado casos en varios países del sudeste asiático.
No nos encontramos ante una amenaza de salud “por el momento”, porque no se han documentado transmisión directa entre humanos (prácticamente todos los contagios fueron directos desde los animales).
Por ahora no es, un problema. Pero al tratarse de gripe (uno de los virus más mutables que padecemos) hay que andarse con cuidado. Por eso la pregunta es si estamos preparados para enfrentarnos a la próxima gran pandemia que, según los expertos, puede ocurrir en cualquier momento.
Como explicaba Alok Jha en The Guardian, “la amenaza de una epidemia mundial moderna es real. Muy real. Sobre todo, en un mundo tan conectado como el nuestro“.
Como podemos ver en la gráfica, entre 1980 y 2010 el número anual de brotes se triplicó en todo el mundo y las enfermedades casi se doblaron.
Más del 60% de las 400 enfermedades emergentes que se ha identificado desde 1940 proceden de los animales. También ha sido así a lo largo de la historia.
Por ejemplo tenemos el VIH que saltó a los humanos desde los monos, el Ébola desde los murciélagos, el sarampión del ganado y la gripe desde los cerdos y las aves.
Conforme el mundo se hace cada vez más complejo, la velocidad con que los patógenos pasan de una especie a otra, crecen muy rápido a pesar incluso de que las medidas de sensibilización y supervisión han aumentado.
De hecho, ni los patógenos tienen que ser nuevos: ninguna de las cuatro emergencias globales declaradas por la OMS fue provocada por un agente infeccioso nuevo y desconocido sino por la gripe (descrita por primera vez hace 2700 años), la polio (que afectó a centenares de culturas antiguas, pero que fue descrito en 1789), el ébola (descubierto en 1976) y el zika (conocido desde 1947).
Pese a lo que dicen los expertos, y a las alertas que dan, tal parece que no le tomamos la suficiente importancia, pues siempre el problema permanece invisibilizado.
Hace mucho que el mundo no se enfrenta a una gran epidemia como la peste del siglo XIV, la viruela del XVI o la gripe española del XX que mató, a unos 50 millones de personas en todo el mundo.
Afortunadamente los datos sugieren que, pese al incremento del número total de brotes, las mejoras globales en prevención, detección temprana, control y tratamiento son cada vez más efectivas.
Aun así, nuestra capacidad para controlar las posibles epidemias no son del todo efectivas. En especial para los países pobres pues sufren de recortes, problemas de financiación e información y prevención temprana.
Posiblemente, la epidemia china no sea la próxima pandemia, pero, cuando llegue, más nos vale estar preparados.
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